'Caras negras': el loco entrenamiento con el que la unidad más letal de la Guardia Civil se juega la vida

Les llaman 'caras negras' porque esconden sus rasgos tras un pasamontañas.

Guardia Civil 27/07/2022 GDH Digital GDH Digital
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Les llaman 'caras negras' porque esconden sus rasgos tras un pasamontañas. Anhelan, en el fondo, la tranquilidad que les ofrece el anonimato. Fuera del trabajo, eso sí; durante sus horas de oficina caminan de la mano del peligro y juguetean con la Parca. Así viven los miembros de la Unidad Especial de Intervención de la Guardia Civil, un grupo especial alumbrado en 1978 con el objetivo de combatir «el terrorismo y la delincuencia cuando alcanzaban en España cotas notabilísimas». Aquel día, este diario desveló también su dura jornada de entrenamiento y los peligrosos ejercicios a los que les sometían sus mandos para crear soldados perfectos.

En 1987, el diario ABC pasó una jornada con la Unidad Especial de Intervención y desveló su duro plan de ejercicios.

Derrotar el terrorismo

El grupo nació, como otros tantos, al calor de la triste matanza de Múnich en 1972.

La incapacidad de reaccionar a aquella barbaridad por parte de las autoridades alemanas fomentó la creación de unidades policiales especializadas en cortar de raíz las tensas capturas de rehenes. Así brotaron el GSG9 teutón o el GIGN galo. Como era de esperar, la Guardia Civil también implementó su propia unidad de este tipo, el Grupo de Intervención Inmediata, el 3 de junio de 1978. En España eran los tiempos duros de ETA –ese año, la banda terrorista asesinó a 65 agentes de los cuerpos y fuerzas de seguridad del Estado– y había que atajar el problema a toda velocidad.

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Aquella unidad fue reorganizada en 1982. Aunque, salvo algunos cambios organizativos y el nuevo nombre (UEI), mantuvo sus mimbres. Su misión, por lo menos, quedó intacta: actuar en situaciones de alto riesgo. Así lo explicó ABC: «Combaten la extorsión, el ataque sorpresa, el secuestro...». Amén de proteger a los más destacados personajes de España y el extranjero. «Ellos, vestidos de cualquier forma, pueden encontrarse sin que usted lo sepa al lado de una personalidad que pasea por la calle saludando a un público congregado en la acera». Según este diario, «son capaces en cuestión de segundos de localizar la zona donde está el posible agresor y reducirle».

Y todo ello, desde las sombras. «Nuestra base y fundamento es el silencio. Mi criterio es que, cuanto menos se sepa de nosotros, mejor, aunque supongo que hay cosas inevitables», explicaba a ABC un oficial de la UEI en 1987; un hombre delgado, de estatura media y que pidió ser nombrado tan solo como 'Capitán X'. El militar, de hecho, insistió en que su unidad no buscaba la fama, sino solventar situaciones que harían estremecerse a otros agentes. «No quiero hablar de las intervenciones, sería caer en la antítesis del espíritu de la unidad. Hay veces que resulta imposible evitarlo, pero, mientras se pueda, hay que intentarlo», destacó.

Loco entrenamiento

El artículo de ABC se centró, sobre todo, en el duro entrenamiento al que debían enfrentarse los miembros de la UEI. La primera máxima es que para ellos no había un día igual a otro. Cuando salían de sus casas en 1987 no sabían si entrenarían con explosivos, si se dedicarían de lleno a la preparación física o si practicarían tiro al blanco. La idea, desde siempre, era luchar contra el tedio. Así lo explicaba el capitán X:

«En este tipo de unidades, el gran peligro es la monotonía, que llegue un momento que los hombres sepan que el lunes hay tal cosa y el miércoles tal otra. La base de nuestra preparación es la variedad y no tener elementos rígidos de horarios, días, etc.».

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Cierto es que no tenían tiempo para aburrirse. Aquel día, el periodista tuvo la suerte de presenciar uno de los ejercicios más espectaculares de esta unidad de la Guardia Civil; uno en el que se jugaban la vida. Frente a él, un grupo de agentes totalmente equipados –con el consiguiente peso extra de armamento, chalecos antibalas y pertrechos varios– se colgaron de los patines de un helicóptero. Su única ayuda era la fuerza; los peligros, muchos. Pero la maniobra les permitía caer a toda velocidad sobre el enemigo en caso de intervención rápida.

«Los guardias han cogido ya confianza y son capaces de trasladarse agarrados durante kilómetros y kilómetros y soportando temperaturas bajísimas. Así que hemos tenido que ordenarles que se coloquen sujeciones».

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Logo emblema de la Unidad Especial de Intervención (UEI) de la Guardia Civil.

Otro de los ejercicios favoritos de los instructores era la simulación de una captura de rehenes. «Los jefes y oficiales se sientan en una mesa. A su alrededor hay blancos simulando secuestradores. A unos doscientos metros están las siluetas de los UEI», explicaba ABC. Los agentes debían disparar, con balas palpables, sobre los presuntos terroristas. Y sin dañar a sus superiores. Tocaba valerse de mano templada y nervios de acero. 'Bang', 'bang', 'bang'. «Al acercarme a los blancos, mientras los jefes y oficiales se levantan, quedo impresionado al ver como cada una de las cinco siluetas que simulaban secuestradores tienen impactos de bala en la cabeza. Los proyectiles habían pasado a un palmo de los rehenes».

El entrenamiento siempre era con fuego real; qué mejor forma de que los agentes se tomaran en serio cada vez que apretaban el gatillo. Además, permitía a los militares saborear el dolor que sentirían cuando una bala les diera de lleno en las protecciones que portaban. «Uno de los ejercicios que hacen es disparar sobre un compañero provisto de chaleco antibalas que, sobre su pecho, tiene un blanco de baquelita», añadía el periodista. Sus objetivos era «fomentar la confianza absoluta en el compañero y habituar al guardia civil al impacto de la bala».

Solo resistían los mejores. Y solo accedía la élite. Eran, en el fondo, pioneros contra la lucha terrorista.

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