Piden más de 15 años a un sargento de la Guardia Civil por agredir y acosar a una subordinada: "Te voy a hundir la vida, puta"

El fiscal pide penas que superan los 15 años de cárcel para un sargento de la Guardia Civil que será juzgado en mayo por agredir sexualmente y acosar a una subordinada durante cuatro años en el cuartel de Molina de Segura

Tribunales12/03/2023GDH DigitalGDH Digital
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Mujer guardia civil - Imagen de archivo

La Fiscalía pide penas que suman más de 15 años de prisión para el sargento acusado de agredir sexualmente y acosar a una agente de la Guardia Civil cuando ambos estaban destinados en el puesto de Molina de Segura (Murcia) y él era su superior. La acusación particular va más allá y pide para el procesado penas que suman 22 años de prisión. Los hechos que ahora llegan a juicio (comenzará el 16 de mayo, en el Tribunal Militar Territorial Primero, y se prevén ocho días de sesiones) habrían acontecido de 2011 a 2015.

La Asociación Unificada de Guardias Civiles (AUGC) apoyó y asesoró en todo momento a la víctima e hizo público el caso en rueda de prensa en 2016, año en el que el entonces director general del Cuerpo Arsenio Fernández de Mesa, suspendió de funciones y cesó de su destino al procesado.

«Puta, te voy a hundir la vida, vas a sacar ese culo de esa silla», espetó, en una ocasión, el sargento a su subordinada, según se lee en el documento de conclusiones provisionales del fiscal al Tribunal Militar Territorial, al que ha tenido acceso este periódico. Aquel día, ella acabó en Urgencias. No era la primera vez. Era diciembre de 2013 y, según relata, llevaría ya dos años sufriendo vejaciones por parte del mando.

Apunta el escrito del fiscal que la víctima, la cual formaba parte de la oficina especializada en violencia de género en el Instituto Armado, sufrió «tocamientos, amenazas, actos de acoso laboral y sexual y accesos carnales no consentidos continuos, y tan numerosos que no ha podido determinarse exactamente su número».

"Sin jueguecitos"

Habitualmente, el modus operandi del mando consistía en que seguía a la mujer hasta su domicilio y la forzaba sexualmente. De hecho, cuando ella cambiaba la ruta para evitar que su superior fuese detrás, él le gritaba que se fuera a su casa «derecha» y «sin jueguecitos». También la violaba en los vestuarios del mismo puesto, a los que la obligaba a subir con amenazas. Incluso la obligó a abortar de un hijo suyo.

También precisa el fiscal que el individuo decidió patrullar de noche los viernes, en concreto de diez de la noche a seis de la mañana, y que en horas intempestivas se presentaba en casa de la mujer. Le reventaba el telefonillo, ella le pedía que se fuese, que iba a despertar a su hijo (que tenía 11 años entonces) y a sus vecinos. Al final, cuando ella le abría la puerta, el sargento la violaba. Tras hacerlo, rápidamente se largaba, y ella se quedaba destrozada, llorando y tirada en el suelo.

Estaba tan agobiada que buscó la forma de desconectar el telefonillo y que dejase de sonar, por mucho que el sujeto llamase y llamase. Al principio, lo envolvía con trapos de cocina, para silenciar el sonido, hasta que aprendió a desconectarlo. Llegó a grabarlo, pero dejó de hacerlo por la dificultad que entrañaba.

El mando también mandaba numerosos correos electrónicos a su subordinada. Mensajes a lo que ella generalmente no contestaba, salvo para pedirle que la dejase en paz, lo cual enfurecía al hombre e incrementaba el acoso. De hecho, refleja el fiscal en su escrito, constan más de medio centenar de llamadas telefónicas al día del sargento a la agente. Llamadas y mensajes de texto al móvil, con frases como «eres una marrana», «eres una puta» o «estás follando con otro»

Detalla el fiscal que una vez, en abril de 2013, la obligó a ir de patrulla con él, pero, en vez de trabajar, el mando, que iba al volante, condujo hasta un descampado, paró, se desabrochó el pantalón, agarró a su subordinada por la cabeza e intentó obligarla a que le practicase una felación. Como ella se resistió, el hombre le golpeó la cabeza con el volante y la mordió en el cuello. Ella comenzó a llorar y él la llevó al cuartel.

Al rato, prosigue el escrito, el sargento entró en el despacho de la agente y arrojó sobre su mesa un pañuelo con restos de semen, al grito de «mira lo que te has perdido, marrana».

Vergüenza y miedo

Pocos días después de aquello, la teniente comandante del puesto se percató de que algo pasaba y preguntó a la víctima, la cual contó solo el episodio del descampado. La teniente, ante la gravedad de los hechos, fue con la agente a la Comandancia de Murcia, a hablar con un capitán, pero la víctima, llorando y muy nerviosa, negó lo acontecido. Días más tarde, se disculpó ante la teniente: dijo que fue incapaz de denunciar por vergüenza, miedo y agobio.

Las agresiones continuaron y se prolongaron en el tiempo, y la situación afectó al trabajo de la mujer, hasta el punto de que en la Comandancia se recibieron quejas sobre el funcionamiento de la Oficina de Violencia de Género de Molina. Tantas, que la agente fue cesada. Entonces, detalla el fiscal, el sargento se dirigió a ella y le dijo: «Te jodes, puta, todo llega».

La víctima acudió por primera vez al psiquiatra en marzo de 2015. En enero del 2016, se presentó la denuncia. Ahora, 2023, el sargento será juzgado por agresión sexual.

"Te voy a hundir la vida"

Uno de los episodios más sórdidos, que reflejan tanto la Fiscalía como la acusación particular en sus escritos, aconteció en julio de 2012, cuando la víctima tuvo conocimiento de que estaba embarazada. Y se lo comunicó al sargento, que era el padre. «Saca eso de ahí, no me vas a joder la vida, entérate bien», exigió a la agente, a la que forzó a que abortara y también le exigió que le mostrara la factura de la clínica.

La agente quería tener al bebé, por convicciones morales y religiosas, pero él llegó a golpearla en la barriga. «Déjate de llantos y saca eso de ahí o te vas a enterar», le insistía. Y más cosas: «Te voy a hundir la vida», le decía.

También hacía amago de empujarla, en el cuartel, y le soltaba cosas como «ten cuidado, que te puedes caer». Levantaba el dedo a modo de amenaza.

Quince días después de saber que estaba en estado, la mujer, destrozada, acudió a una clínica de planificación familiar, donde le practicaron la interrupción voluntaria del embarazo.

Fuente original

"GDH Digital" - Diario Policial

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