¿Qué habría pasado si el guardia civil atropellado hubiese desenfundado su arma y matado al conductor?

Hagámonos una pregunta: si el guardia civil hubiese desenfundado su arma reglamentaria y herido mortalmente al conductor, ¿qué habría sucedido?

Opinión08/04/2023GDH DigitalGDH Digital
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Imagen del atropello mortal

Dámaso Guillén López, benemérito, se interpuso entre el coche robado que conducía Y.T.L. —¿por qué motivo se oculta el nombre?— y un pelotón ciclista de adolescentes que participaban en una competición amateur. Como consecuencia del impacto, Dámaso, guardia civil de la Agrupación de Tráfico de Oviedo, fallece. Sucedió en la tarde del sábado 1 de abril en la carretera AS-236, en Beifar (Concejo de Pravia). Descanse en paz.

Se coincide al afirmar que su sacrificio salvó la vida de muchos: "Evitó una gran tragedia". "Se hubiera llevado [el detenido] por delante al pelotón de ciclistas" y, sin duda, así es. Su comportamiento fue heroico. Como el de Pedro Ortega y Antonio Jimeno, los primeros miembros del Instituto Armado que dieron su vida en una acción humanitaria. Sucedió en la noche del 14 al 15 de septiembre de 1850 en el barranco de Bellver, entre Oropesa y Benicasim. La Guardia Civil se había creado seis años antes y comenzaba a reclutar héroes.

Sucede, sin embargo, que Dámaso perdió la vida intentando parar —y lo consiguió— al conductor de un vehículo robado, que se había saltado el ¡alto! dado por varios agentes. Un presunto delincuente al que la Fiscalía atribuye ocho delitos; entre ellos homicidio por imprudencia y homicidio en grado de tentativa. No fue una acción humanitaria. Fue una actuación policial. La que el agente consideró más eficaz. Perdió la vida en ella. Le debemos respeto y le honramos.

Hagámonos una pregunta: si el guardia civil hubiese desenfundado su arma reglamentaria y herido mortalmente al conductor, ¿qué habría sucedido?

Es decir, si "para evitar una gran tragedia", el fallecido fuese el hoy "presunto" y no el agente ¿qué estaríamos oyendo y leyendo? Porque, hay que insistir en ello: se hubiera llevado por delante al pelotón. ¿Sería una actuación legitima? ¿O le estarían linchando por brutalidad policial?

La opinión pública suspira tranquila si un guardia se inmola. Los enemigos de la Benemérita, algunos de ellos ministros, ni se molestan en dar las condolencias. Pero, ¡ay si el agente hubiese disparado! En la actualidad, hay guardias civiles imputados y enredados en complejos procedimientos penales por haber hecho uso de su arma en situaciones similares, en las que podrían haber fallecido.

Una "terrible e injusta muerte", así la califica la delegada del Gobierno en Asturias. El ministro del Interior y la Directora del Instituto Armado no asistieron al funeral que se ofició en la catedral de San Salvador de Oviedo. Seguramente tendrán sus motivos. Como también lo deben tener para no anunciar que se condecorará al guardia civil Dámaso Guillén López con la Cruz de Oro.

Para ello, según establece la norma que regula la Orden del Mérito de la Guardia Civil, "será necesario que concurra alguna de las siguientes circunstancias: Resultar muerto o con lesiones que provoquen la inutilidad permanente para el servicio, como consecuencia de la intervención relativa a un servicio donde se evidencie un excepcional valor personal".

En febrero de 2004 se le concedió al comandante Gonzalo Pérez García, muerto en una acción contra la delincuencia común en Irak. En 2022 al teniente coronel Pedro Alfonso Casado. El agente Dámaso, demostrando un excepcional valor personal, perdió su vida para evitar que un presunto delincuente segase la de un grupo de adolescentes.

Si solo depende del ministro Marlaska, perdamos toda esperanza.

Autor: Pedro Gil Ruiz (Libertad Digital)

330159358_1253849008883674_1794755178767070276_nLa triste odisea de una perrita jubilada de la Guardia Civil que pasa por su momento más difícil

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